RONDALLA TRIETA

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Rondal20.jpg (9308 bytes)La Rondalla Trieta se formó allá por la Navidad de 1990, cuando animados por familiares y amigos, un grupo de moratalleros enamorados de la música, con una gran afición desde niños por el folklore y los instrumentos de cuerda, se unieron, para cantar unos villancicos en la iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción de Moratalla.

A partir de entonces, han seguido reuniéndose, ensayando, participando en obras benéficas, actos lúdicos, en el Concurso de Villancicos de Archena (obteniendo 2º premio de folklore en 1994 y el 1er premio en 1999 ), y en obras de teatro de nuestro querido paisano y escritor Jose Rogelio Fernández Lozano.

En el año 1999, en el certamen literario que se celebra con motivo de las fiestas del Cristo del Rayo, se les otorga el premio anual a los "moratalleros destacados por su labor cultural y artística" que patrocina desde hace ya muchos años la peña "El Zaque" de MoratalRondall70.jpg (7190 bytes)la.rondall40.jpg (7454 bytes)

La rondalla actual es, además de los miembros que hoy la componen, el resultado del apoyo que nos han mostrado muchas personas, y de la aportación musical de otras: del apoyo de nuestras esposas, familiares,seguidores y amigos que nos han animado continuamente, a pesar de los escasos recursos con que contábamos en nuestros comienzos... y de la aportación musical de las personas que en otros momentos han formado parte de la Rondalla.

 

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In Memoriam (Leído y escrito por Pedro Luis Martínez Ludeña en memoria de Jose Ludeña Ortín)

(Acto de Homenaje celebrado el pasado día 20 de Mayo del 2000, en el Teatro Trieta, organizado por la Rondalla Trieta)

 

JOSÉ LUDEÑA ORTÍN: Hombre bueno y enamorado de la música. Enamorado de la música y hombre bueno.

Cuando se pretende loar la vida y obra de un ser querido, a menudo se tiene la tentación, parece que se tiene la obligación de utilizar adjetivos grandilocuentes. Parece necesario, además, escarbar en la memoria de la vida para buscar hazañas, hechos, situaciones extremas que magnifiquen la calidad del ser al que se canta.

Quizás, esas situaciones, esos hechos y esas hazañas existieron.

No lo sé. No lo sé ni me importa.

Sólo sé que hay razones, razones con minúscula: sencillez, calma, amigo y alegría... y amor, amor a manos llenas; constantes que justifican, engrandecen y hace que se escriba con mayúsculas la palabra Vida.

Y no quiero cantarle con palabras sonaras, biensonantes y huecas que desafinarían frente al tono y el timbre y los acordes de su paso vital sencillo y armonioso.

Cuando me pongo a pensar, cuando me pongo a pensar en él, las palabras bueno y música, música y bueno, llenan todo el espacio de mi mente, llenan todo el espacio del recuerdo, llenan todo el espacio.Rondall8.jpg (10363 bytes)

Sé que es fácil decir de quien se ha ido que fue bueno.

Es fácil la palabra y nos permite el placer de sentirnos poderosos y magnánimos, casi dioses... al fin y al cabo, vivos. Pero después de repetirla, sobarla y paladearla, queda, a veces, un regusto de duda y circunstancias... Queda en la boca un "pero..." un pero puntiagudo, amargo y acre... ¡ Pero una vez !

Prueben ahora a decir conmigo "bueno" y verán que sabe a sueño, a viento, a luz, a paz, a beso, a brisa, a mano franca... sencillamente a bueno.

- Nene, hijico, no lo toques, que lo vas a desafinar... Es la laúd del chacho José. Cuando seas grande podrás tocarlo. Él te enseñará.

La voz de mi abuela: angelical, blanca y sugerente me conminaba a abandonar de su mano la habitación del tío Daniel, camino de la paz de la lumbre...

Y la palabra desafinar, que también había escuchado en mi casa, de labios de mi padre, representaba todo el peligro, el cataclismo, el hundimiento, la desolación... ¡ Desafinar el laúd!

- Mamá, déjalo. Ven, que vamos a tocar...

Y el laúd en sus manos se hacía trino de pájaros invisibles que revoloteaban en el reflejo claroscuro del fuego en las paredes... y llenaban el vacío silencio de las tardes de invierno de "Mascaritas", "Glorias al Pueblo" y "Cuestas de Cañico" en aquella sencilla, humana y apacible casa de la Cuesta del Cañico.

La música. Una forma de amar y ver la vida.

Era ahora la trompeta, para sacar, del jeroglífico de fusas y corcheas y blancas y redondas, el alma y la palabra. Era el tiempo feliz, simple y sencillo del "Camino de rosas" o la "Pepita Creus" o de las "Churumbelerías"...

Pero llegó la noche. La noche siempre llega y se empeña en devorar la luz y lo consigue, contumaz, incansable, necia, terca...

Se lleva la palabra pero no logra robarnos la canción y no logra borrarnos los recuerdos.

Es difícil huir de la tristeza, pero esta noche no quiero, no quiero, me niego a la tristeza.

Yo sé muy bien que esta noche, allá en el auditorio sin principio ni fin de la estrellas, junto a mi padre y tantos otros que se fueron, espera la canción de su rondalla, a la que tanto amó y que le recuerda.

Yo sé que allí, lo sé, estoy seguro, hoy es noche de fiesta.